Clarín |
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Gustavo Sierra Los médicos, los educadores, las amas de casa y hasta los carpinteros van a evolucionar en mentores, en maestros de unas máquinas que finalmente estarán entre nosotros para hacer las tareas básicas y las muy específicas. Un robot hará un banco de madera en pocos segundos y con la finura de un ebanista. Una máquina leerá nuestro aliento y nos diagnosticará, después de revisar nuestro ADN, porqué nos está doliendo el hígado. Las medicinas las tomaremos con un chip que irá rezumando la droga necesaria en el momento preciso para lograr sobre nuestro organismo el efecto exactamente deseado. Nos interconectaremos con nuestras computadoras de manera tal que pasaremos a ser parte misma de su memoria. Cuando salgamos a correr, nuestras zapatillas nos marcarán el ritmo justo para nuestro cuerpo: el chip adosado a la camiseta nos dirá si mañana nos conviene o no salir nuevamente a realizar ejercicios. Y tendremos tiempo para todo eso. Todas nuestras máquinas tendrán varias fuentes de energía alternativa. Y cada uno de nosotros generará alguna de esas energías en nuestras propias casas o edificios, que a su vez se conectarán a la red general bajando costos y limpiando el planeta. Quienes están pensando todo esto creen que el avance tecnológico, además, acortará sensiblemente la brecha entre ricos y pobres. -Déme un ejemplo de la aplicación de sus investigaciones en favor de los desposeídos. -Podríamos prevenir muchas enfermedades. La medicina todavía tiene problemas con los diagnósticos. El tipo de láser que desarrollamos puede diseñar la longitud de onda usando la nanotecnología para emitir el rango en que la mayoría de las moléculas absorben la luz, que es un rango invisible. La idea es que si se pueden crear esas longitudes, un paciente vaya al consultorio del médico, inspire, exhale, y de esa manera salgan algunos ácidos. Amonio, pequeños rastros. El láser, que rebotaría para adelante y para atrás durante la respiración, podría absorber determinadas longitudes de onda, y las huellas de esa absorción podrían permitirle al médico saber de una manera no intrusiva cuál es el diagnóstico del paciente. Esta técnica también podría resolver el problema de la distancia. El aparato podría estar en una aldea en Bostwana y el médico en Buenos Aires, viendo todo por su computadora y listo para ordenar el tratamiento adecuado. Todo esto ya está muy cerca de ser una realidad. "La semana pasada escuché a Chalfie en una charla que ofreció acá, y dijo que en 20 años vamos a conocer el cerebro como hoy conocemos el corazón. Y si se puede trasplantar el corazón es probable que en unos 25 o 30 años podamos trasplantar cerebros. ¡Yo quiero que me trasplanten el de Chalfie!", dice riéndose Ziang Chang, un estudiante chino, antes de salir corriendo al laboratorio donde trabaja en el diseño de una mano artificial. |
ALERGIA: LA ENFERMEDAD QUE PONE EN JAQUE A 1 DE CADA 4 ESPAÑOLES |
La alergia es una reacción exagerada (hipersensibilidad) del sistema inmunitario frente a sustancias extrañas al organismo. Las alergias más comunes son causadas por partículas aerotransportadas, como el polen de las plantas o los ácaros del polvo doméstico. Estas sustancias son inocuas para la mayoría de la población, pero no para las personas alérgicas, las cuales en contacto con ellas desarrollan enfermedades respiratorias, estacionales o perennes, como la rinitis o el asma. Las sustancias que producen esta reacción alérgica se denominan alérgenos y todos los alérgenos conocidos son proteínas o moléculas ligadas a proteínas. Las proteínas del polen de las plantas son ejemplos de alérgenos aerotransportados y las gramíneas son una de las fuentes más importantes de polen alergénico. Otros ejemplos de fuentes alergénicas son otros pólenes, como el olivo, los ácaros del polvo, o el epitelio de los animales (gato, perro, caballo). Existen además otros alérgenos que no se respiran, sino que su contacto es a través de inoculación, como el veneno de los himenópteros (abejas y avispas) o por vía digestiva, como ocurre con los alimentos. En general, las enfermedades alérgicas pueden clasificarse como: respiratorias (rinoconjuntivitis y asma alérgica), relacionadas con la piel (dermatitis, urticaria, angioedema, alergia al látex), relacionadas con los alimentos (alimentarias) y alergia a las picaduras de himenópteros, aunque la variedad es mucho más amplia ya que cabe mencionar aquí otras alergias también frecuentes como son las alergias a determinados medicamentos y otras que no son tan habituales y que podríamos calificar como raras, como pueden ser la alergia al sol (trastornos en los que el sistema inmunológico del individuo es responsable de la aparición de las lesiones tras una mínima exposición a la luz solar) o incluso la alergia al frío. Factores y síntomas La posibilidad de ser alérgico viene determinada por factores como la herencia genética y el entorno y en cuanto a los síntomas, podemos decir que son muy variados en cuanto a su localización, intensidad y gravedad. Los síntomas específicos pueden variar, dependiendo del tipo de alérgeno, el lugar de la exposición y el nivel de sensibilidad de una persona a ese alérgeno Lo más frecuente es que los síntomas sean leves o moderados y entre los más comunes encontramos: picor y goteo de la nariz, obstrucción nasal y estornudos seriados; lagrimeo, enrojecimiento y picor en los ojos; prurito corporal, habones, angioedema, eccema o urticaria; dificultad respiratoria, ahogo, tos, o ruidos en el pecho y, por último, dolor de estómago, diarrea y vómitos. Sin embargo, en ocasiones se pueden dar reacciones alérgicas mucho más graves que pueden incluso llegar a causar reacciones fatales. Es el caso de la reacción que se puede producir tras la picadura de una abeja o una avispa y que puede originar desde picores y sarpullidos incluso en zonas apartadas de la picadura hasta presión en el pecho y dificultad respiratoria, opresión de la garganta, mareos y sensación de desmayo. En algunos casos, puede producirse además una reacción alérgica rápida y grave, conocida como anafilaxia. Esta reacción es peligrosa si no se trata inmediatamente, ya que puede producir inflamación extrema y obstrucción de las vías respiratorias, lo que hace difícil respirar. En su forma más extrema (shock anafiláctico), la hipersensibilidad puede inducir una caída súbita de la presión arterial y un colapso cardiovascular potencialmente mortal. Enfermedades alérgicas En general, las enfermedades alérgicas pueden dividirse en diferentes grupos según el alérgeno implicado y las manifestaciones clínicas. Así, contamos en primer lugar con Alergias respiratorias. En este grupo, los aeroalérgenos más frecuentemente implicados son alergia a pólenes de árboles, malezas y gramíneas, epitelios de ciertos animales (mascotas y animales de granja), mohos y ácaros del polvo doméstico. Por lo general afectan al sistema respiratorio, causando síntomas nasales y/o bronquiales cómo estornudos, rinorrea, obstrucción nasal, dificultad respiratoria, tos, ahogo y sibilancias. Dentro de este grupo, la rinitis alérgica y/o asma son las enfermedades más frecuentes y en muchos casos se acompaña de conjuntivitis. En un segundo grupo encontramos las alergias a veneno de himenópteros (avispas y abejas son los más comunes) que se manifiesta como una intensa reacción cutánea local (en el lugar de la picadura) o como una reacción sistémica o generalizada, con mareos, urticaria, síntomas respiratorios, cardiovasculares, hinchazón de la garganta u otra localización y en el peor de los casos shock anafiláctico. La alergia a los alimentos constituye el denominado tercer grupo y se manifiesta de muchas maneras, tales como urticaria, eccema, angioedema, diarrea, náuseas, hinchazón de la garganta, hipotensión y, en el peor de los casos, shock anafiláctico. Las más comunes son las alergias a la proteína de la leche de vaca, las proteínas de huevo, frutos secos, melocotón y la alergia al pescado y marisco, aunque esto depende de la edad del paciente (niño o adulto). Otro tipo de alergias bastante común es el de las alergias de contacto, es decir, alergias a sustancias como metales y fragancias o alergia al látex. Afectan a la piel y se conoce como dermatitis de contacto. La más común es probablemente la alergia al níquel y sus síntomas suelen ser picor, quemazón, enrojecimiento y ampollas en la zona afectada. Finalmente encontramos las alergias a medicamentos. Cualquier medicamento es susceptible de provocar una reacción alérgica pero los medicamentos más frecuentemente implicados son los antibióticos, entre los que destacan las penicilinas y antiinflamatorios de tipo no esteroideo (AINEs). ¿Cómo diagnosticarla? En el caso de las enfermedades alérgicas respiratorias se diagnostican realizando una historia clínica (anamnesis). Este proceso puede ir seguido de pruebas clínicas o bien de la remisión a otro especialista para confirmar el diagnóstico. Las pruebas diagnósticas se pueden dividir en 2 grupos, diagnóstico in vivo e in vitro y dentro del diagnóstico in vivo tenemos las pruebas de punción cutáneas (prick-tests e intradermorreacción) y el diagnóstico mediante prueba de provocación. En el apartado del diagnóstico in vitro recurrimos a la determinación de IgE total y específica. Las pruebas en la piel son la principal herramienta diagnóstica junto con la historia clínica. Y es que los tests in vivo ofrecen al médico resultados inmediatos (en quince minutos). Estas pruebas miden las reacciones fisiológicas del paciente frente a los alérgenos que se consideran responsables de la alergia. Tratamientos Sobre los tratamientos disponibles en la actualidad, los pilares básicos son cuatro: la evitación del alérgeno causal (difícil de prevenir), la educación del paciente, la medicación sintomática y el tratamiento etiológico: la inmunoterapia (vacunas). Según el Doctor José Mª Olaguibel, presidente de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) y alergólogo del Servicio de Alergología del Complejo Hospitalario de Navarra, las enfermedades alérgicas se han duplicado en los últimos 15 años, llegando a afectar al 25% de la población actual, lo cual significa que una de cada cuatro personas es alérgica. Entre los motivos del aumento de los casos de alergia al polen se encuentra la teoría de la higiene, según explica el doctor Francisco Feo Brito, alergólogo. “El sistema inmunológico está preparado para protegernos frente a infecciones por virus o bacterias, sin embargo, los avances de la Sanidad Pública en vacunas y el uso de antibióticos han permitido un control eficaz de los procesos infecciosos. Por este motivo, la inactividad del sistema inmune le lleva a una actuación errónea frente a sustancias de nuestro ambiente que deberían ser toleradas, como es el caso de los pólenes”, confirma este experto. Finalmente, el Dr. Olaguibel indica que la prevención se centra en realizar el diagnóstico etiológico de la alergia y llevar a cabo medidas de evitación. “En la alergia respiratoria, por ejemplo, la evitación y el tratamiento farmacológico permiten controlar eficazmente el proceso. Sin embargo, la vacunación con alérgenos es muy efectiva y segura en aquellos casos que presenten síntomas importantes, siendo el único tratamiento que modifica la evolución de la enfermedad”, concluye.
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La osteoporosis afecta a unos 200 millones de mujeres en todo el mundo, de las que un tercio se encuentra entre los 60-70 años y los dos tercios restantes entre los 80 años o más. Según datos de la Asociación Española contra la Osteoporosis (AECOS) se trata de una enfermedad frecuente que afecta a cerca de 3 millones de personas en España, especialmente a mujeres y, aproximadamente, la sufren 30 de cada 100 mujeres después de la menopausia. El signo más evidente de que osteoporosis y menopausia van íntimamente ligadas es que el 30% de mujeres en torno a los 50 años tiene una o más fracturas vertebrales o, lo que es lo mismo, la osteoporosis es responsable de más de 1,3 millones de fracturas de vértebras, cadera y muñecas en el mundo por lo que se puede afirmar con normalidad que las fracturas por fragilidad del hueso son la consecuencia más importante de la osteoporosis. Asimismo, se prevé que estas cifras de incidencia aumenten considerablemente como consecuencia del envejecimiento de población al que asistimos en nuestra sociedad por lo que se considera necesario conocer a fondo por qué se producen estas fracturas para evitarlas en la medida de lo posible. ¿Qué es la osteoporosis? La osteoporosis es una enfermedad de los huesos que se caracteriza por una pérdida excesiva de calcio y otros componentes que forman la masa ósea. A medida que uno envejece, el calcio y el fósforo pueden ser reabsorbidos de nuevo en el organismo desde los huesos, lo cual hace que el tejido óseo sea más débil. Esta pérdida provoca que el hueso se vuelva poroso haciendo que éstos sean más frágiles y menos resistentes a golpes y traumatismos y, por tanto, más propensos a fracturas, incluso sin que se presente una lesión. Existen diversos factores de riesgo que pueden alertar de la presencia de osteoporosis y los más frecuentes son la edad avanzada y el sexo, por la llegada a la mujer de la menopausia y hasta tal punto que muchos expertos afirman que la osteoporosis es “una enfermedad de género”. Además, en función de los factores responsables de la aparición de una osteoporosis, se clasifica la enfermedad como primaria (asociada a la menopausia o a la edad avanzada) o secundaria (provocada por enfermedades como la insuficiencia renal crónica y ciertos trastornos hormonales, así como por la administración de fármacos como corticosteroides, barbirtúricos, anticonvulsionantes y cantidades excesivas de hormona tiroidea). Se dice que la osteoporosis es una enfermedad silente, ya que con frecuencia no muestra signos evidentes hasta que se produce la rotura de un hueso, como dolor u otras señales que nos pongan en sospecha. Y es que el deterioro óseo se va produciendo a lo largo de los años, sin que el paciente sea consciente de ello.Sin embargo,a pesar de la dificultad de su detección, los pacientes de riesgo deben prestar atención a posibles síntomas que manifiestan el comienzo de la enfermedad comofrecuentes dolores de espalda que dificultan el sueño o fracturas de huesos largos (fémur, húmero, radio en la muñeca) ante mínimos golpes o caídas o de forma espontánea o fracturas vertebrales por pequeños movimientos. La importancia del diagnóstico precoz Por tanto, resulta relevante que el diagnóstico de la osteoporosis se haga de forma precoz, con el fin de prevenir la fractura ósea por fragilidad. Y para establecer el diagnóstico que descarte o confirme esta patología, el método más utilizado por los clínicos es la densitometría ósea (DXA), un método preciso, simple, rápido y no invasivo, que además de medir la densidad ósea con una mínima exposición a radiaciones permite predecir el riesgo de fracturas. Otros métodos de diagnóstico más avanzados son la ultrasonografía y los marcadores de remodelado óseo, además de la clásica radiografía. Sin embargo, últimamente está adquiriendo mayor protagonismo la herramienta FRAX, una aplicación informática que consiste en un cuestionario en el que se le preguntan al paciente aspectos como la edad, el peso, la estatura, el historial de fracturas personales y familiares, sobre el consumo de tabaco y alcohol, etc. Asimismo, evalúa variables como la densidad mineral ósea, el índice de masa corporal e incluso factores étnicos. Los resultados se cotejan mediante la herramienta con el consenso de diez bases de datos mundiales, ofreciendo al paciente una previsión de fractura de cadera y osteoporótica (húmero, muñeca, vértebras) para los próximos tres años. La herramienta FRAX es válida tanto para hombres (menores de 50 años) como para mujeres (no indicada en mujeres premenopáusicas) que ya han comenzado un tratamiento. Tratamientos farmacológicos Y hablando de tratamientos, el principal objetivo de éstos en la osteoporosis es evitar la aparición de fracturas, aumentar la densidad mineral ósea (DMO) y la modificación de los marcadores bioquímicos de remodelado óseo. Por eso, el correcto tratamiento de la osteoporosis requiere de la prescripción de un medicamento a largo plazo que reduzca el riesgo de fracturas. Es importante, además, asegurar la adherencia al tratamiento mediante el establecimiento de una buena relación médico-paciente y una explicación detallada del tratamiento a seguir ya que, como decíamos, el tratamiento de una mujer con osteoporosis puede durar muchos años y es importante ajustarlo a cada etapa de la vida, lo que se conoce como tratamiento secuencial. Actualmente, se dispone de una amplia variedad de medicamentos para el tratamiento de la osteoporosis cuya prescripción depende de las peculiaridades del paciente y del riesgo de fractura y que van desde elcalcio y la vitamina D, conocidos por todos, hasta otras terapias más específicas como son la terapia hormonal sustitutiva (estrógenos; empleados para la prevención de la osteoporosis aunque su uso no es aconsejado más allá de tres años tras la menopausia) o los moduladores selectivos de los receptores de estrógenos (SERM), medicamentos que actúan de forma diferente sobre los distintos receptores estrogénicos sin ser hormonas y que se han posicionado, junto con los bifosfonatos, como primera opción de tratamiento para mujeres osteoporóticas menores de 70 años, tanto en el caso de presentar fractura como sin fractura. Entre los SERM más populares aparecen el tamoxifeno y el raloxifeno para la prevención de la osteoporosis y recientemente acaba de salir al mercado otra nueva opción terapéutica en esta línea: bazedoxifeno, indicado para el tratamiento de la osteoporosis posmenopáusica en mujeres con riesgo incrementado de fracturas. Otros medicamentos que también manejan los especialistas en tratar la osteoporosis serían los ya mencionados bifosfonatos, la calcitonina (hormona) y la parathormona u hormona paratiroidea, además de las sales de flúor, el renalato de estroncio y la dihidroxivitamina D3 y la alfa-hidroxivitamina D3, análogos de la vitamina D. Con todo, no hay que olvidar que la primera medida no farmacológica que se ha de tomar en el tratamiento de la osteoporosis es la prevención de las caídas, acompañada de una ingesta adecuada de calcio y vitaminas. Además, caminar y los ejercicios de extensión de la columna pueden estabilizar o incluso incrementar ligeramente la masa ósea y mejorar el balance y la fuerza musculares, previniendo caídas y fracturas.
Fuente: Guía de Osteoporosis. Sociedad Española de Reumatología. www.ser.es |